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La función ejecutiva del cerebro es aquella que prioriza las tareas, organiza los pasos a seguir a la hora de resolver un conflicto y que responde pronto y de manera eficaz a los imprevistos que puedan surgir. En definitiva, se trata de uno de los procesos mentales esenciales para saber desenvolverse en situaciones complicadas y desarrollar confianza en uno mismo de cara a sobreponerse a los problemas.

Por ello, si notas que al pequeño le cuesta mucho recordar un concepto que acaba de aprender o es demasiado despistado, si se enfurece o entristece con facilidad ante un reto intelectual o si se distrae todo el tiempo hasta el punto de no parar quieto o de cambiar constantemente de actividad, esto quiere decir que efectivamente tiene algún tipo de problema relacionado con su función ejecutiva.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que dicha función tiende a mejorar a medida que van cumpliendo años y avanzan en su período de madurez. Al socializar, van comprendiendo, por ejemplo, que sus emociones tienen que ajustarse a la realidad y que las demás personas de su entorno también las tienen, por lo que deben respetarlas. Del mismo modo, a medida que el niño se enfrenta a diversas pruebas que requieren el uso de su memoria o inteligencia, le será más fácil hacer uso de su capacidad para recordar ideas y aplicarlas. Los padres no deben desesperarse, pues muchas veces un comportamiento moderadamente errático en niños también puede ser signo de inteligencia.

Las actividades lúdicas como beneficios

Por otro lado, hay formas muy atractivas con las que poder entrenar su concentración, capacidad de análisis y memoria. Sin ir más lejos, jugando a juegos de mesa en familia en los que se requiere una buena dosis de memorización, astucia o atención. Y, por supuesto, fomentando habilidades creativas.

Otro enfoque es el que aporta Elaine Taylor-Krus, autora de varios libros sobre educación infantil, quien en ‘Life Hacker’ pone el acento en tener paciencia y ofrecer comprensión y apoyo, ya que si les riñes demasiado ello puede aumentar la frustración del niño a la hora de ejecutar sus tareas, ya que puede minar su confianza y con ello complicar la correcta resolución de sus deberes y obligaciones.

«No se trata de conseguir que tus hijos sean capaces de resolver sus problemas a toda costa, sino de ayudarles a encontrar las mejores estrategias para que se enfrenten a ellos», concluye Taylor-Krus. Y aquí es donde volvemos a los consejos anteriores: la mejor manera de instruirles en técnicas de resolución de problemas o de mejorar su capacidad de memorización pasa por realizar actividades lúdicas con ellos, es decir, jugando. Pero estableciendo rutinas y haciéndole entender que tanto como hay tiempo para jugar, también para estudiar o hacer sus deberes.

Escrito por Apprendia

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